domingo, 14 de febrero de 2010

Una cuestión de clima





Ella era bella y lo amaba. Él era seductor y también la amaba a Ella.
Ella amaba el vino, los campos soleados en flor, las vides y los olivos mecidos por el viento en las tardes de primavera.

Ël amaba las comidas sazonadas para un paladar exquisito y agasajarse con banquetes pantagruélicos regados con las mejores bebidas.
Los días tristes y neblinosos eran sus favoritos.

Él y Ella se juntaban en lugares soleados adonde también la niebla y la lluvia persistente oscurecían el día y, a veces, también la noche. Mientras los soles alumbraban y calentaban, Ella lo amaba.

Cuando las tenues lloviznas mojaban las calles desiertas, Él la amaba más.

Cada vez que se encontraban Ella traía un vino añejo y ambos lo vertían en finísimas copas, bebían y degustaban exquisitos manjares con placer.

Ella y Él creaban un clima apacible entre las velas, penumbras estratégicas y aromas.

Allí la llama de la pasión se encendía, en un mágico ambiente, y se amaban acaloradamente hasta que el sol o la lluvia los despertaba a un nuevo día.

Ella amaba el sol y el mar. Él, la lluvia y la niebla. Ella y Él se mezclaban y entrelazaban sus cuerpos entre arrebatos climáticos.

El tiempo fue pasando. Hoy entre Ella y Él soplan otros vientos.

La lluvia fue apagando al sol, la niebla oscureció su brillo, el calor se fue enfriando y Ella se fue a buscar otros soles.

Él camina melancólico bajo una tenue llovizna pero ni a Ella se le ocurrió buscar un paraguas ni a Él comprarse una sombrilla.

Mónica Landolfi

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